martes, 30 de noviembre de 2010

ENSAYO TERMINADO

Sánchez Martínez Verónica Adriana

Vida de consumo.
            
     
                                        Los más desposeídos.los más carenciados
                                    son quizás quienes han perdido la lucha
                                        simbólica por ser reconocidos, por ser  par-
                                        te de una entidad social reconocible, en
                                                   una palabra, como parte de la humanidad.

-Pierre Bourdieu-

El neoliberalismo en su expresión más pura, es una obstinada confrontación entre lucha de poder y competencia, hoy en día en nuestro contexto podemos decir que es un sistema preponderante que ha venido a implantarse buscando homogeneizar a los sujetos, contribuyendo con ello a la creación de un mundo global en que la identidad se tambalea.
Es en esta globalización[1] donde las identidades se desplazan perdiendo su lugar natural, el sujeto entra así en una multiplicidad de construcción de relaciones a partir de la incesante búsqueda de reconocimiento por el Gran Otro[2], basándose estas relaciones a partir la estratificación de adquisiciones que se pueda obtener de ellas.
Así la subjetividad se ve bombardeada y permeada por la influencia de estos lineamientos políticos, sociales y económicos, que envuelve el liberalismo con sus lineamientos globalizados, es decir, desde esta perspectiva el sujeto se mantiene en una zona extraña, indiscernible, indeterminada y ajena, que lo orilla a una movilidad que recae por la falta de fundamentos sólidos, que nos pone en una postura inmersa en la no seguridad.
Como hace referencia Vattimo “hombres y mujeres se convierten en una suerte de nómadas que se desplazan de un ambiente a otro, (…) la idea de nomadismo se refiere a la oscilación de la pertenencia y al debilitamiento de identidades estables, de largo plazo (…)[3]
Al darse esta oscilación el sujeto, este comienza una búsqueda interminable por reconocimiento, por la insertarse a un grupo, por la aceptación hasta de sí mismo, envolviéndose en un devenir donde sus trayectos se mudan de una entidad a otra, por medio de métodos cada vez más banales, se rige primordialmente por la funcionalidad que representa el estar aquí o allá, en desempeñar los diversos roles sociales de una manera mecanicista, donde lo que importa no es lo que se piensa, si no la acumulación de capital en sus diferentes áreas, nos volvemos una sociedad de consumismo y al ritmo acelerado en que vivimos, las necesidades se establecen  cada día tienen un costo más elevado, enfocándome a que el precio no sólo se  paga por este suceso, es decir, no es reductible solo a un término económico, si no que incluye a la subjetividad misma, podríamos hablar entonces desde una perspectiva no solo económica , sino de cultura e ideología que no es estable al momento que algo no sea redituable.
Por ello día con día  se establecen estereotipos a seguir, los sujetos se etiquetan, se incluyen en ciertos estratos sociales, que al mismo tiempo excluyen a los otros, a los diferentes de.
Nuestro temporalidad, nuestro contexto se ha dejado seducir por estas legitimaciones detonando una relación de compra-venta, por relaciones de oferta y demanda, por aquellos discursos que se validan a partir de la imposición de metarrelatos a favor de una supuesta democracia y colectividad que lo único que deja es la fragmentación de la vida social, del sujeto, y son estos metarrelatos que nos han impuesto y nosotros comprado por una falta de conciencia crítica que nos permita reflexionar hacia estas disyuntivas que lógicamente imponen unos cuantos que los cuales se benefician con ello.
Como dice Bauman:  “Vivimos un tiempo líquido, en el que ya no hay valores sólidos sino volubles; en el que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos y en el que, casi sin darnos cuenta, hemos ido sufriendo transformaciones y pérdidas como la renuncia al pensamiento, la separación del poder y la política en un mundo en el que el verdadero Estado es el dinero y, entre otros dramas, la renuncia a la memoria, puesto que -el olvido se presenta como condición del éxito”-[4].
La separación de sí como con los otros a partir de las relaciones de poder adquisitivo, podemos decir que vivimos una época donde el sujeto es indiferente a cualquier otra cosa que no sea parte del contexto donde se encuentra inserto, se olvida de la historicidad por buscar nuevas alternativas de vida que llenen sus expectativas, no pensando que es a partir de su propia historicidad que se ha constituido como lo que es, y que lo que le permite vivir su presente.
Este olvido ha permitido que los intereses de unos cuantos se incrementen debido a que imponen estándares de vida, donde si no se tiene algún objeto de alto costo, de tecnología de punta, o algún otro estándar eres relegado de un estatus a otro.
Podemos decir que estos estándares se rigen bajo la temporalidad que se vive en ese momento y que se validan a través del supuesto de una mejora o avance donde se desconoce lo viejo, lo antiguo, y se le etiqueta con el nombre de obsoleto, lo que impera ahora son las modas, las cuales se establecen a partir de ciertos lineamientos pero no son estables, ni sólidas, “la moda no dice nada, es una estructura vacía (…). El imperativo de la moda no es explicar o hacer soñar, sino cambiar, por cambiar y la moda sólo existe por este proceso de desclasamiento incesante de formas”[5]
La moda es vista como un escape de la realidad, de la tradición, como la negación del pasado, la imposición de innovaciones, la preocupación por estar al día, lo in, lo fashion.
La imposición de la moda encuentra su lugar y la legimitación  sobre su verdad última en la existencia de las rivalidades de clase por la lucha de poder, en las luchas de competencia por el prestigio que enfrentan  los diferentes estratos sociales. La moda se ha convertido en un vacío de pasiones y de compromisos, volviéndose en  un mundo de fantasía que sólo ha logrado enajenar al sujeto.
Por medio de los dictámenes de la moda se ciñe al sujeto a la vida de consumo, pues quien no sea capaz de insertarse en esta forma de vida queda excluido, lo que Bauman llamaría los nuevos pobres (consumidores expulsados del mercado, es decir, no consumistas).
Las nuevas políticas subyacen en producir y consumir, mediante la acumulación y adquisición de bienes que muchas veces antes de cumplir con el objetivo de saciar un capricho o un deseo, se vuelve un desecho, pues el ritmo acelerado de la moda lo hace convertirse en algo viejo, a veces antes de ser contemplado o disfrutado.
Me viene a la mente un comentario que me hicieron un día acerca de un lugar donde venden accesorios y procesadores de cómputo[6], donde me decían que mientras que el consumidor podía escoger la más alta tecnología de punta, al salir con su adquisición del lugar, por la puerta de atrás ya venía algo mejor, es decir lo nuevo, y su adquisición ya era vieja y tal vez hasta obsoleta.
Me atrevo a hacer el comentario para ejemplificar el tema expuesto, de  decir como es una lucha incesante de tener lo nuevo, de la enajenación que cae el sujeto de estar a la moda y claro está por ende de caer en el consumismo por adquirir cada vez lo más nuevo, y de pertenecer a un estatus social deseado (o como diría Lipovetsky lo “pseudonuevo”)
Por ello es este devenir de los sujetos, la oscilación de identidad, pues si tienen cierto poder adquisitivo se insertan en un grupo social, pero a lo mejor ese grupo no cumple con la ideología que se tiene, pero puede insertarse en un colectivo con su misma ideología, pero que posiblemente no cumpla con las expectativas que busca con las que se plantee.
El sujeto “está simbólicamente vestido por un tejido de prácticas socioculturales condicionadas que aluden a identidades socialmente diferenciadas y que involucran distinciones simbólicas e imaginarias, mismas que conducen a una segmentación y diferenciación de los sujetos a partir del uso de las marcas que la moda les propone”[7]
Un ejemplo que engloba la moda, oscilación y consumo es la vestimenta, de acuerdo a la que se utilice se encasilla a una persona, si usa bata blanca es un médico, si su ropa esta sucia de cemento es un albañil, si usa ropa típica de un estado, es un indígena, si usa traje es un profesionista, he aquí dos polos que se contraponen pero que muy ciertamente hacen referencia a que como te ven te tratan, como dice el dicho popular, y es entonces que el que pertenece a una comunidad originaria, se sienta excluido y el que porta el traje se sienta comprometido a no usar otro tipo de atuendo, y es entonces cuando de nuevo regresa el consumismo, cada uno comprara lo que le parezca adecuado para no sentirse excluido, el de pueblo originario tal vez cambie su vestimenta por algo más “aceptable” (olvidando su historicidad tal vez ahora quiera vestir pantalones de mezclilla o traje) es entonces como empieza un proceso de oscilación, ya no es de aquí ni de allá como diría Arjona -ya no sé si soy o fuí-.
Entonces debido a esto me cuestiono ¿cómo no ser una identidad oscilante si en la actualidad no hay relatos estables donde los sujetos se puedan configurar como seres libres y conscientes de los procesos de formación, identitarios, de pertenencia, de autonomía?
Una respuesta difícil de encontrar debido a que desde las políticas desde los organismos internacionales nos imponen sus discursos que según se enfocan a un bienestar y a un avance, o en otra manera de decirlo el consumismo con una careta.
Como diría Lyotard los grandes relatos[8] se han acabado, ahora prevalece “la inestabilidad de los deseos, la insaciabilidad de las necesidades, y la resultante tendencia al consumismo instantáneo y a la instantánea eliminación de sus elementos, están en perfecta sintonía con el nuevo entorno líquido en el que se inscriben hoy por hoy los objetivos de vida (…).[9]
Donde la actual forma de vida es una camino desenfrenado hacia la novedad por la novedad misma, donde el placer ya no habita en lo que se tiene sino en lo que se adquiere, y donde las mercancías expiran de un día para el otro y no hay limites a los deseos humanos, condenados por ello a estar por siempre insatisfechos.
Sería un tanto utópico pretender que se puede salir de la era en que vivimos pues por un lado puede existir resistencia a ciertos lineamientos, pero no podemos estar totalmente fuera de ellos puesto que somos seres sociales, pero siempre hay la posibilidad de crear ambientes o espacios que nos posibiliten el acercamiento con el otro, de mirarnos y por medio de él reconocernos, claro está sin transgredir su propia subjetividad.
Por su parte todo esa masa de metarrelatos que aluden a una falsa realidad, seguirán creando en los sujetos necesidades de todo tipo a fin de engancharlos y seguirlos haciendo consumidores de un mercado que al paso desmedido del tiempo se va acrecentando, ha producido en esta temporalidad nuevas formas de pobreza, marginación, y un considerable aumento de temores e inquietudes de todo tipo, Las culturas de clase se fragmentan, se hacen menos legibles y la pertenencia a un grupo social es cada vez más difícil.
En nuestras manos está crear conciencia de nuestra visión de mundo a partir de los lineamientos que se imponen por el Estado, saber moverse en los diferentes contextos sin perder de vista lo que somos, y lo que fuimos,  como dice Lyotard aprender a jugar los juegos del lenguaje sin perdernos en ello, para lograr una mejor armonía en las relaciones que establecemos con los otros, a partir de nosotros mismos. Con ello lograr una conciencia crítica y reflexiva y darle a nuestro mundo una nueva visión de mundo y vida que combine lo nuevo con lo viejo, el presente sin desconocer el pasado.
El tema del presente es inacabado y por mi parte para cerrar me gustaría invitar al lector a realizar una reflexión del tema, para posteriores contribuciones.


Bibliografía


·        ARDITI, Benjamín. El reverso de la diferencia. Editorial Nueva Sociedad. Caracas, Venezuela. 2000


·        BAUMAN,  Zygmunt, Modernidad líquida,  Editorial Fondo de Cultura Económica, México DF, 2003

·        BAUMAN, Zygmunt. Vida de consumo. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, D.F. 2007.
·        ECHAVARRÍA, Canto Laura. El espejo de la otredad.III Encuentro de Análisis Político de Discurso: Dispositivos Intelectuales en la Investigación Social. Versión modificada por Carlos Oliva.
·        LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacio. Editorial Anagrama, Barcelona. 1986

Referencias electrónicas:
·       http://www.nodulo.org/ec/2005/n038p20.htm


[1]La globalización es un fenómeno económico, político y cultural que se produce característicamente tras el hundimiento del sistema comunista (1989-1991, la globalización entraña la estructura de un mercado mundial más amplio e integrado, y con una dinámica más acelerada, posibilitando crecimientos exponenciales en las transacciones de bienes y servicios y en los flujos de capital y de mano de obra. Ese mercado globalizado implica una mejor asignación mundial de recursos económicos y, por tanto, un crecimiento mayor.” La globalización, Chomsky, Fox y Laso en http://www.nodulo.org/ec/2005/n038p20.htm
[2] Visto desde la perspectiva  de Lacan como: el orden simbólico mismo representado por figuras institucionales como la familia, la escuela, los pares, entre otros.
[3] Citado en: ARDITI, Benjamín. El reverso de la diferencia. Editorial Nueva Sociedad. Caracas, Venezuela. 2000.  p.p 102
[4] BAUMAN,  Zygmunt, Modernidad líquida,  Editorial Fondo de Cultura Económica, México DF, 2003
[5] LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacio. Editorial Anagrama, Barcelona. 1986. p.155
[6] Para ser más precisa, la Plaza de la computación en el centro de la ciudad
[7] ECHAVARRÍA, Canto Laura. El espejo de la otredad.III Encuentro de Análisis Político de Discurso: Dispositivos Intelectuales en la Investigación Social. Versión modificada por Carlos Oliva. p.104
[8] En el sentido no de homogeneizantes e impositivos, sino de cierta estabilidad identitaria por parte del sujeto
[9] BAUMAN, Zygmunt. Vida de consumo. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, D.F. 2007. p. 51